Conmemorando una fecha dolorosa de 1976

Por Hugo Cárdenas

Por esta fecha hay memoria.

El 24 de marzo de 1976, tenía yo casi 16 años y ya advertía que ser joven era peligroso en mi pueblo natal, en Río Seco, departamento Monteros, provincia de Tucumán.

Poco entendía de lo que pasaba en materia de política económica y social, aunque se notaba la preocupación de los dirigentes de la Federación de Obreros y Trabajadores de la Industria Azucarera (FOTIA), el sindicato que agrupaba y defendía los intereses de los obreros del surco y los ingenios. Ellos dedicados sólo a la tarea gremial. Mi padre, yo y mis hermanos recién volviendo a nuestro terruño luego de trabajar en Cuyo en la cosecha de uva, porque además de zafreros éramos trabajadores golondrina.

En la madrugada del 24 de marzo, desperté y encontré a mi padre angustiado escuchando la radio donde se iban sucediendo los COMUNICADOS de los que habían derrocado al Gobierno Constitucional. Teníamos planes de ir a cosechar papas al sur de la provincia, unos 50 kilómetros en bicicleta, pero desistimos por temor y de cómo procedieron a desalojar a los que ejercían cargos públicos.

Llegaron luego los avisos de ESTADO DE SITIO, por lo que nuestros viejos recomendaban no salir, aunque siempre nos la ingeniábamos para ir a juntarnos con nuestros primos o amigos. Eran salidas temerarias, porque ya se sabía que mataban pibes y se llevaban a muchos, pero igual salíamos. Muchas veces escuchábamos “Peron, Evita, la patria socialista”, pero también “FAR Y MONTONEROS son nuestros compañeros”. Nada de eso entendíamos, pero sí nos enojaba y asustaba a la vez las cosas aberrantes que hacían los militares con gente humilde y trabajadora.

Muchas veces oímos las detonaciones de los fusiles en los cañaverales hacia el oeste del pueblo. El diario La Gaceta informaba de abatidos en enfrentamientos con la Policía en Monteros, Concepción y Aguilares. Ya estaba en marcha el plan sistemático de aniquilamiento denominado “Operativo Independencia”. Muchos jóvenes trabajadores y estudiantes eran asesinados o desaparecidos y el diario decía siempre ELEMENTOS TERRORISTAS.

En el 77, mi madre tomó la decisión de enviarnos a Buenos Aires, junto a unos primos, con el sólo propósito de salvarnos. Ya habían secuestrado a un ser querido que nunca más volvimos a ver. Nunca más volvimos a ver a muchos amigos nuestros de la infancia. Eran, doy fe, chicos del pueblo, hijos de trabajadores.

Yo puedo contar esto porque tengo memoria. Recuerdo aquella tarde de julio de 1976, cuando volvíamos a nuestra casa después de una jornada de trabajo en la caña de azúcar, en la Ruta 38, en Villa Quinteros, los milicos maltrataron y humillaron a mi padre. “Negros de mierda”, nos decían. Que íbamos armados y eran los machetes que utilizábamos para cortar la caña. De eso no me olvido. Le preguntaban a mi hermano mayor a qué organización pertenecía. Éramos simples zafreros.

Hay muchas cosas sueltas para contar, pero sólo decir que fueron años de angustias. Decirles a aquellos que sólo escucharon hablar o leyeron de lo que sucedió en esos años, que aprendí a aferrarme y defender el SISTEMA DEMOCRÁTICO. Que es preciso continuar afianzando lo que tanto costó recuperar, pero hacerlo participando. Participando en política, con distintas ideas pero cuidando la institucionabilidad y generando mas democracia.

A LA MEMORIA DE LOS QUE NOS ENSEÑARON A LUCHAR EN TIEMPOS DIFÍCILES.

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