Cambalache: en el 2000 también y seguirán otros

El tango Cambalache, de Enrique Santos Dicépolo, más vigente que nunca, aunque son atendibles los fundamentos de su creación. La política mezclada en el lodo de la corrupción donde da lo mismo ser “cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”.

En 1936, el consorcio internacional SOFINA obtuvo la prórroga de la concesión eléctrica de su filial CHADE (después CADE) en la Argentina con la complicidad del gobierno del presidente Agustín P. Justo y mediante sobornos al Partido Radical y a sus Concejales.

El Partido Radical utilizó esa prebenda para financiar la campaña electoral de Marcelo T. de Alvear y la construcción de la Casa Radical, monumento a la corrupción.

Ante ese cohecho, el presidente Justo expresó: «Es el primer caso de un partido que se corrompe en la oposición».

Ese negociado fue analizado en los Cuadernos editados por el grupo FORJA, cuyos integrantes interrumpían los mitines radicales con mayoría antipersonalista a los gritos de «CADE, CADE».

En 1944, el presidente de facto Pedro P. Ramírez dispuso la investigación del affaire designando una comisión presidida por el coronel Matías Rodríguez Conde e integrada por Juan Pablo Oliver y Juan Sabato, la que produjo un informe demostrando que habían existido esos sobornos.


Los ejemplares del Informe Rodríguez Conde fueron secuestrados e incinerados por el coronel Juan D. Perón en retribución a la contribución efectuada por la CADE a su campaña electoral. Perón acuñó el calificativo infamante de cadista con el que, paradójicamente, denostaba a sus adversarios de la Unión Democrática.

Sesenta y cuatro años después se repite el escándalo ante las coimas a los Senadores para lograr la aprobación a la ley de reforma laboral elaborada por otro gobierno de coalición.

Existen algunas diferencias entre ambas corruptelas: en la primera, el sobornador fue un consorcio privado; en la segunda, las sospechas apuntan al gobierno como prevaricador. Los sobornados de 1936 pertenecían al mismo partido; en el 2000 se han emporcado opositores y, al menos, un oficialista.

No cabe en el presente caso aplicar aquella expresión de Justo: el partido opositor de hoy ya estaba corrompido cuando fue oficialista.
Qué visión tuvo Enrique Santos Dicépolo cuando profetizó «Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé…¡En el quinientos seis, …y en el dos mil también!»

“Cambalache” tuvo el singular privilegio de ser prohibido por todas las dictaduras militares desde la de 1943 en adelante. Su letra, mordaz acusación a la corrupción e impunidad de la «década infame», es tan actual hoy como en 1935.

Fue escrito en 1934 para la película El alma del bandoneón, que se estrenó en febrero de 1935 y cuya protagonista principal era Libertad Lamarque. El tango lo canta Ernesto Famá con el acompañamiento de la orquesta de Francisco Lomuto. Este film es el primero de un ciclo en que la actriz y cantante, interpreta una serie de personajes castigados por el sistema, películas que intentaban una problemática social.

La neutralidad favorable a los países del Eje mantenida por el presidente Ramón Castillo prohibió en 1943 la exhibición de la película El fin de la noche, protagonizada también por Libertad Lamarque y el galán Juan José Míguez con dirección de Alberto de Zavalía, ambientada en un país que padecía la invasión nazi y en la que Libertad interpretaba el tango “Uno”. Esa película pudo ser estrenada después del golpe de palacio del 4 de junio.

Los tangos de Discépolo sufrieron los efectos de la moralina impuesta por esa sedición. El ministro de Educación, Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast), creó una comisión presidida por monseñor Gustavo Franceschi encargada de salvaguardar la pureza del idioma que arremetió contra los tangos prohibiendo el voceo y el uso de términos lunfardos.

Los autores de los tangos prohibidos debieron cambiar de urgencia los términos ofensivos para adaptarlos a la mojigatería de esos puristas, lo que dio lugar a títulos y palabras que, por ridículos, alteraban el sentido de las letras que terminaban siendo una parodia del tango.

Dicépolo en su personaje Mordisquito, comenzaba o finalizaba su rutina radial diciendo: “A mí me la vas a contar”

Fuente: Carlos Manus (Todo Tango)

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